Hace 46 años, el 20 de mayo de 1973, días después de su creación, el Ejército Popular de Liberación Saharaui llevó a cabo su primera acción armada para librar al Sahara Occidental del colonialismo, y desde el Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias, CEAS Sahara, expresamos nuestro apoyo y solidaridad al Pueblo Saharaui y su legítimo y único representante, el Frente POLISARIO.
Aquella acción de los primeros combatientes saharauis supuso para la Comunidad internacional, pese a los continuados intentos de las autoridades españoles de ocultar la realidad, la demostración inequívoca de una voluntad política que de ningún modo podría ser ignorada en el futuro. Se consumó la ruptura política entre la sociedad saharaui y sus colonizadores. El pueblo del Sáhara Occidental, como precisó su líder más significado, Luali Mustafá Sayed, demostró que existía como tal y que estaba dispuesto a alcanzar su deseada independencia por encima de la voluntad y los intereses de las potencias occidentales.
La ONU reconoció este hecho al identificar al Frente POLISARIO como único y legítimo representante del Pueblo Saharaui y, en tanto que Movimiento de Liberación Nacional contra el colonialismo, con legítima capacidad de utilizar la violencia armada para conseguir sus fines. La comunidad internacional, por tanto, debería de estar predispuesta a prestar ayuda al Frente POLISARIO en todos los niveles. Una condición que no dudaron en asumir gran parte de los países africanos, encabezados por Argelia, así como muchos de los no alineados y pequeños estados del Pacífico y Oceanía, quienes no dudaron en validar y legitimar las acciones promovidas por el POLISARIO, como fue la proclamación de independencia en la República saharaui, frente a la burla de los ilegales Acuerdos Tripartitos de Madrid.
Ni los organismos internacionales, como el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, más identificados con los intereses económicos y geopolíticos de los poderosos que con la defensa de la legitimidad y de la justicia, ni España, la antigua potencia colonial y principal responsable, junto con la Francia defensora de la ocupación marroquí, de la falta de una solución o salida efectiva para el conflicto, han podido perdonar que lo que consideraban un conglomerado de tribus nómadas sin organización ni capacidad política, tuvieran la osadía de enfrentarse ¡incluso con las armas! a sus designios y de reclamar lo que en derecho y justicia les correspondía.
Llegará, sin duda, la hora de pedir explicaciones a los Estados y a las organizaciones que tienen la responsabilidad de que el sufrimiento del Pueblo Saharaui se haya prolongado hasta hoy, durante 46 años.
Deberán de dar cuenta de los civiles, niños y niñas, hombres y mujeres muertos durante la ocupación militar marroquí, de las víctimas masacradas durante el éxodo bajo el horror de las bombas de napalm y fósforo blanco, o simplemente atacadas por la debilidad, el hambre y la enfermedad. Por todas y cada una de las personas que han tenido que exiliarse perdiendo hasta la vida, menoscabadas en su dignidad. Deberán de explicar los cientos de personas detenidas, torturadas, desaparecidas o encarceladas por el simple hecho de ser saharauis y empeñarse en afirmarlo frente a la violencia y al horror. Deberán de justificarse por cada una de las armas y de las monedas prestadas al gobierno marroquí para tratar de hacer callar inútilmente a esa voz que se agiganta a la luz de los derechos humanos. Y entre todos los culpables le corresponde a España: al gobierno actual, a todos los gobiernos de la Democracia, pero también a los partidos políticos con responsabilidades de gobierno y a las empresas que vienen haciendo negocio impunemente en esta situación de expolio de los recursos naturales en el Sahara Occidental.
La última resolución del Consejo de Seguridad, en la que la ONU, en contra de sus propios principios y resoluciones prolonga otros seis mese más el statu quo que posibilita la ocupación, el exilio, la represión del Pueblo Saharaui, bajo la supervisión, que no el control, de la MINURSO (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental), sin avanzar ni un ápice en la vigilancia de los Derechos Humanos ni en la realización del referéndum de autodeterminación, no es más que un reflejo del sometimiento de las instituciones internacionales a los intereses más vergonzantes de los estados y las especulaciones de las corporaciones más poderosas.